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HISTORIA DE LA SÁBANA SANTA

La Sábana Santa que se encuentra en Turín ha fortalecido la fe de millones de cristianos, ha aumentado su sensibilidad a los sufrimientos de Cristo y ha provocado una respuesta de amor. Hoy también puede ayudarte a descubrir y comprender más profundamente la pasión que Cristo sufrió para redimir a todos los seres humanos.

¿Qué es esta misteriosa sábana, considerada por muchos una reliquia de Jesucristo?

¿Qué dice la ciencia contemporánea al respecto?

¿Por qué llega tan intensamente a nuestro corazón?

 


La Síndone es una sábana de lino en la que está impresa la figura de un hombre torturado y crucificado. La impresión presenta las características singulares de un negativo fotográfico.

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La historia de la Sábana Santa tiene muchas referencias primitivas desde el año 33 d.C. entre ellas Los Evangelios, la Historia del Rey de Edesa y otras tantas, que por la antiguedad de las referencias no se pueden comprobar con total seguridad, la relación directa del lienzo que etsas referncias nombran, con el que conocemos con seguridad apartir del 1349.

Los  documentos históricos fiables sobre la historia de la Sábana Santa  comienzan en 1349, cuando un supuesto "Sudario de Cristo" apareció en Lirey, Francia, en circunstancias misteriosas y no documentadas.

En 1355 su propietario, el caballero francés Geoffrey de Charny, organizó lo que se considera la primera exposición pública en una pequeña iglesia de Lirey.

Su esposa Jeanne de Vergy era bisnieta de Oton de Roche, que dirigió el saqueo de Constantinopla en 1204.

Inmediatamente, la Sábana Santa comenzó a atraer a multitudes de peregrinos. En 1453, su hija, Margarita de Charny, vendió la Sábana Santa al duque Luis I de Saboya a cambio de dos castillos.

Cuando el Papa Sixto IV expresó su convicción de que la Sábana Santa era el verdadero lienzo funerario de Jesús, la familia Saboya construyó una capilla para su conservación en Chambéry, Francia, en 1464, donde se guardó en un relicario de plata.

En 1532, la Sábana Santa resultó dañada por un incendio en la capilla, cuando una gota de metal fundido del relicario que la contenía cayó a través de todas las capas plegadas, destruyendo parte del tejido. Esto se debe a la presencia de varios agujeros triangulares simétricos en el tejido cuando se expone al calor y a dos líneas oscuras visibles en ambos lados de la imagen.

Fue reparada en 1534 por las clarisas del convento de Chambéry, que cosieron la sábana a un paño de soporte (conocido como "paño de Holanda") y cubrieron los agujeros con veintidós parches.

En 1578, el cardenal Carlo Borromeo decidió hacer una peregrinación a pie para venerarla. Para evitar cruzar los Alpes, la Sábana Santa fue trasladada a Turín (Italia), donde se ha conservado desde entonces, excepto durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial, cuando se ocultó en la abadía de Montevergine, cerca de Avellino (Italia).

 

Finalmente, Umberto II de Saboya, el último rey de Italia, depuesto en 1946, murió en 1983 y legó la Sábana Santa al Vaticano. Así terminó el periodo de pertenencia de la Sábana Santa a la Casa de Saboya, que duró más de cinco siglos.

La historia de la Sábana Santa antes de 1350 es bastante oscura. En los primeros siglos de la era cristiana no hay información segura sobre la existencia de una hoja de enterramiento.

Sin embargo, la historia nos ha dado muchas pistas para reconstruir las posibles etapas de la conservación del sudario.

A partir del siglo VI, el arte bizantino representó con frecuencia a Jesús con rasgos especiales muy similares a los visibles en la Sábana Santa.

El estudio científico de este hallazgo arqueológico comenzó el 25 de mayo de 1898, cuando un fotógrafo aficionado, Secondo Pia, tomó las primeras fotos de la Sábana Santa. Cuando reveló la fotografía, se dio cuenta de que la imagen de la placa no era un negativo, como se esperaba, sino un positivo fotográfico.

Este asombroso descubrimiento llevó a la conclusión de que la imagen misteriosamente impresa en la Sábana Santa era un negativo fotográfico, descubrimiento que se confirmó en 1931 cuando Giuseppe Enrie, fotógrafo profesional, tomó nuevas fotografías.

 

La primera fotografía de la Sábana Santa cambió el curso de la historia, iniciando un fascinante período de investigación científica. Se puede afirmar que desde entonces no hay probablemente ningún otro objeto que haya tenido una investigación científica y multidisciplinar tan amplia y variada.

En 1988, un controvertido análisis de la tela, realizado con el método del radiocarbono, atribuyó a la sábana una edad medieval, pero la validez del resultado ha sido cuestionada.

Los científicos siguen debatiendo si este método puede utilizarse para datar un objeto con características históricas, físicas y químicas tan singulares.

En cualquier caso, la presentación lógica y organizada de los resultados científicos obtenidos lleva a la conclusión de que la Sábana Santa refleja con detalle y evidencia el relato evangélico exacto de la Pasión de Cristo. Por lo tanto, es imposible considerar la imagen en sí misma o la información que contiene como una falsificación medieval.

En el Simposio Científico Internacional, celebrado en Turín del 2 al 5 de marzo de 2000, se afirmó que si se aplican las mismas categorías científicas, utilizadas habitualmente en el estudio de los fenómenos físicos, a la investigación sobre la Sábana Santa, la Ciencia puede afirmar que la Sábana es auténtica.

Los participantes en el simposio concluyeron diciendo:

"Los conocimientos actuales nos permiten afirmar con certeza que la imagen del cuerpo no es una pintura, como demuestran los resultados de las investigaciones físico-químicas y los análisis informáticos".

En todo el mundo (por ejemplo, en Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón, México, España, Estados Unidos) existen numerosos centros de estudio que promueven y coordinan iniciativas, estudios e investigaciones científicas sobre la Sábana Santa.

El 24 de mayo de 1998, el Papa Juan Pablo II, en su discurso ante la Sábana Santa, dijo: " [...] La Sábana Santa es una provocación a la inteligencia. Requiere sobre todo el compromiso del hombre, en particular del investigador, para captar con humildad el profundo mensaje enviado a su razón y a su vida. [...]"

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